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Ene
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La historia de Sístole y Calíope (Parte Primera)

Habían pasado ya unos años, que se dice pronto, y Sístole aun seguía con sus cosas. Había abandonado las riendas de su vida y las había colgado en el perchero de detrás de la puerta, bajo la ropa que usaba para ir a trabajar. Ya nada importaba lo suficiente; los chicos buscaban chicas y las chicas ya no buscaban poetas.

Son  muchas las personas que conocen de la historia de Calíope y Sístole, pero tan solo dos conocían como empezó todo realmente. Corrían tiempos de ensueño; Sístole aun se estaba haciendo a sí mismo y moría varias veces a la semana para liberarse de ese algo que le dolía tanto por dentro y llevaba arrastrando desde hacía demasiado tiempo. El dolor puntual libera endorfinas y las endorfinas producen felicidad. Pero dura tan poco la felicidad…

Por aquel entonces Sístole desconocía demasiado sobre el mundo, se dejaba llevar de un lado a otro probando las mieles de lo que el mundo le ofrecía. Lo único que conocía el muchacho era la pelea y el dolor. Le encantaba pelear y entrenaba cada día para hacerse más fuerte. Lo del dolor, es una historia a parte… Pero un buen día todo terminó. Como cuando el jarrón resbala de tus manos y cae al suelo, la vida de Sístole, cansada de tanto y de tan poco, se rompió para que así el muchacho pudiera reconstruirla. Dejó a un lado todo lo aprendido y todo lo vivido y tan solo buscó aquello placentero. Se convirtió en un chico práctico.

Aunque realmente el cambio llegó aquel día que pudo visitar el Olimpo. Allí todo era ideal, todo ocurría como sus habitantes querían. Los dioses vivían casi ajenos al mundo humano y procuraban su vida a la poesía, la pintura, la música y la escultura. Quedó tan maravillado el muchacho que decidió hacer algo.

Comenzó su aventura por un mundo de letras y de líneas que se combinaban las unas con las otras formando lo que a él le parecían bonitos dibujos. Se dio cuenta de que todo aquello era lo suyo, si bien no, no era un gran artista pero por sus venas corría más tinta que sangre. Además, aquello le liberaba tanto o más que la pelea.

Y creó pequeñas cosas, como un dios al que le acaban de regalar los poderes y prueba qué es capaz de hacer. Nada importante.

Un soleado día de mayo, mientras Sístole paseaba por el mundo, ajeno a la vida, sorteando las miles de piedras que había por el camino y peleando contra su yo interior, se la encontró. Fue un encuentro fugaz, tan rápido como un parpadeo, pero suficiente. Allí, entre el gris del mundo encontró el azul de la tranquilidad.

Ese mismo día empezó a inventar su propia realidad, su propio mundo. Pidió permiso a los dioses, que vieron en él la vanidad del artista que se cree el mejor y el toque de desesperación del kamikaze que está a punto de estrellarse contra su objetivo. Agradecido preguntó también qué era aquello tan azul que había visto antes, aquello que había estremecido su interior y a la vez había llenado su corazón de ganas de bombear tinta constantemente. Fue aquel el día que Sístole supo de las musas.

Las musas eran como pequeñas diosas, preciosas todas, pero de poderes reducidos. Vivían entre los hombres y eran capaces de infundir fuerza suficiente para crear las cosas más bellas; eran las portadoras de la inspiración.

Sístole, recientemente autoproclamado poeta austero y artista de estar por casa, supo enseguida que debía conocer a aquella musa. A la mañana siguiente, no sé si un día soleado o medio nublado, entre sonetos y tachones y con las manos y la cara manchadas de tinta, el muchacho fue a conocerla. Ver para creer. De entre todas aquellas existencias ignorantes que tan solo buscaban satisfacer su apetito sexual, Sístole fue un elegido. Calíope, que ahora no recuerdo si así es como el muchacho la llamó o como la musa se llamaba realmente, eligió a Sístole de entre todos. Erguió al artista ante el músculo.

Desde entonces Sístole se sentía invencible. Calíope mitigaba su dolor hasta el punto de hacerlo inexistente. Calíope le llenaba de fuerzas y hacía que escribir fuera mucho más sencillo. Calíope parecía la única que podía entender a Sístole.

Me permito el lujo de ser el primero en publicar en este 2009. Espero que este año nos sea más prolifico que el pasado, hermano.  Un abrazo para ti y para los que se dejan caer de vez en cuando por estos lugares.


1 Respuesta to “La historia de Sístole y Calíope (Parte Primera)”


  1. 14 febrero 2013 a las 4:24 pm

    » Pizza was called (and is still called) tomato pie and pizza pie in certain parts of the States. Just be sure to sprinkle the bottom with cornmeal so the pizza will slide easier and pull the oven rack out so you aren’t likely to get injured while sliding it onto the pizza stone. If you have a double oven, set both up the same way.


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